sábado, 29 de junio de 2013

Poema huérfano de título

Cada vez que me observo en el espejo
no te veo.
Hace tiempo has emprendido una huida
de mi rostro.
He olvidado qué se siente al tenerte
y aún ignoro si te echo de menos.

A veces pienso, querida, 
que soy yo quien huye de ti.
Quizás no me merezca lucirte
en mi boca, resplandeciente.

De ti no hay rastro, solo existe
una burda y pequeña hendidura.
Tienes el poder de dar la vida,
de engrandecer a todo ser que te viste,
de enamorar, de contagiar,
de mejorar el día más triste.

Lo que más ansío en estos momentos 
es tu regreso.
Ojalá la tormenta pase, ojalá fingirte
deje de ser rutina.
Estés donde estés, exige por favor al viento
que disipe esta neblina
(aún ignoro si me la merezco).

Y de paso implórale que te arrastre hasta aquí
para que de una vez por todas, 
seas mía.

viernes, 28 de junio de 2013

Frases en condicional: consejos y vaticinios

Si vas a lanzar puñales a modo de insulto, haz el favor de afilarlos bien.
Si deseas ser odiado, opta por odiar.
Si lo que quieres es ser admirado, procura hacer cosas que valgan la pena.
Si tienes la intención de mentir, recapacita.
Si pretendes ser sincero con los demás, ten la conciencia tranquila.
Si ansías algo con toda tu alma, enfócate y ve a por ello.
Si quieres huir de tus problemas, sabe que eso no solucionará las cosas.
Si crees que algún día alcanzarás el cielo, ten por seguro que antes pasarás por el infierno.
Si crees en lo perecedero, acepta que tanto lo bueno como lo malo termina.
Si piensas en cómo resolver algo, mejor piensa en cómo evitarlo.
Si opinas que lo socialmente aceptado es lo mejor, sabe que estás confundido.
Si permites que tu entorno tome las decisiones por ti, tu futuro se verá gravemente perjudicado.
Si vas a dejarte llevar por las apariencias, perderás oportunidades y personas en tu vida.
Si deseas vivir, encuentra motivos de peso para hacerlo.



jueves, 27 de junio de 2013

Historias anónimas protagonizadas por personajes de a pie

Caminaba por una de las calles más transitadas de la ciudad. Tenía mi mano izquierda en el bolsillo de un viejo abrigo al que tenía demasiado aprecio. Con la otra sujetaba un vaso de plástico que hace apenas unos minutos contenía un humeante y cargado café. Estaba vacío, pero seguía con él en mano.

Suelo salir a la calle en otoño para así oír las hojas crujir bajo las suelas de mis botas, para respirar ese ambiente ligeramente impregnado de humedad, tan característico de la estación. A pesar del incipiente frío, llevaba conmigo mis inseparables gafas de sol. Con ellas me protejo de las miradas ajenas y soy capaz de observar con mayor libertad. A veces maldigo sus patillas por constituir un impedimento a la hora de escrutar a lo largo de la avenida.

Una mujer de avanzada edad oteaba por una de las ventanas del edificio que estaba a punto de pasar de largo con una expresión profundamente meditabunda. Puede que el hecho de ver a una pareja feliz con un carrito de bebé le haya traído entrañables recuerdos procedentes de un pasado al que ansíe regresar. 

Desvío la mirada y la poso en unos carteles de un local que instan, por medio de grandes letras e impactantes mensajes, la entrada de los viandantes. La tienda ofrecía productos de perfumería a precios de escándalo debido a la proximidad de su cierre definitivo. Nadie entraba allí. ¿Qué sería de los trabajadores de aquel establecimiento una vez clausurada la que probablemente fuese su única fuente de ingresos?

Agaché la cabeza. Pisoteé un cigarro que exhalaba vagas columnas de humo. Recorriendo con la vista los adoquines y rezando para no chocarme con ningún transeúnte, me topé con un joven sentado en una butaca y frente a él, había una caja aterciopelada, propia de albergar instrumentos musicales. Alcé la mirada y vi el rostro del joven. Semejaba ser de origen africano. Se balanceaba tímidamente al son de la melodía procedente del saxofón que sostenía en sus manos.

Me paré a observarle detenidamente, presa del sonido que llegaba a mis oídos. Noté que, a mayor aire que le proporcionase a la boquilla, mayor era la fuerza con la que apretaba sus párpados. El movimiento que realizaban sus dedos presionando las llaves resultaba hipnótico. El muchacho tocaba como si se le fuese la vida en ello; era verdaderamente talentoso. 

Sin dudarlo un solo segundo, hurgué con mi mano izquierda el contenido de mi bolsillo. El euro veinte que arrojé con destino a la caja abierta era demasiado poco. La de kilómetros que habría viajado aquel individuo en busca de una situación económica mejor no se puede saldar con dos pequeñas piezas metálicas. Probablemente nunca llegaría a cumplir su sueño de llegar a triunfar en la música. No tenía una familia cerca que lo apoyase ni dinero que lo sustentase en un país en el que la gente como él aún no era tratada de igual modo que el resto de sus habitantes. De lo que sí rebosaba era de grandes dosis de esperanza que parecían inagotables.

Proseguí con el paseo y también con el análisis del tramo de calle que me quedaba por recorrer.

En mi campo de visión irrumpieron unos muchachos, poseídos por los dispositivos electrónicos que los acompañaban. Algunos de ellos estallaban en carcajadas y señalaban a un señor en silla de ruedas que trataba de acceder a un portal sin éxito al no poder subir el escalón que lo distanciaba de su objetivo.

Unos metros más adelante, una niña de unos cuatro años lloraba tras perder a su preciado globo de helio que ahora surcaba el cielo libremente. Los padres trataban de consolarla con palabras que a la pequeña no le importaban. Sólo quería a su amigo de vuelta.

La calle desembocó en una amplia plaza. Me senté en un banco plagado de mensajes y símbolos que otros habían tallado y pintarrajeado por algún motivo. Suspiré y acto seguido reflexioné en aquel espacio abierto.

Aún se oían las risas de los muchachos. 
Aún se oía el llanto de la niña.
Aún se oía el bajar de las rejas que indicaban el cierre de aquella droguería sin futuro.
Aún se oían las ruedas del carrito de bebé tropezar con un adoquín tras otro; aquél que la señora observaba con tanta tristeza.
Aún se oían las bellas y melancólicas notas brotar del saxofón.

Opté por dejar un rato de descanso a mis ojos y por fin los cerré. Me puse la capucha para tapar mis orejas y así poder omitir el ruido. Y pensé.

Tal vez un escalón y unas burlas te dificulten tu día a día por el resto de tu vida. 
Tal vez hayas perdido tu bien más preciado y no sepas cómo aceptar que nunca volverá.
Tal vez tu mala suerte en los negocios acabe dejándote en la calle.
Tal vez quieras retroceder en el tiempo y vivir de nuevo situaciones que ahora solamente puedes reproducir en tu mente. 
Tal vez tu sueño se vea frustrado debido a la dura competencia existente o mismo debido a las injusticias sociales.

Todas estas historias, al igual que la tuya o que la mía, se ven obstaculizadas por algún elemento causado por la mala suerte. Por infortunios. Por simples despistes. Cualquier cosa, al igual que puede mejorar tu vida, también puede empeorarla. Pero eres tú quien decide realmente si seguir adelante o dejar que el obstáculo se engrandezca y sea él el que avance.

miércoles, 26 de junio de 2013

Crítica a las críticas

Una de las afirmaciones universales e indiscutibles es que, por el mero hecho de ser personas , todos tenemos un punto de vista con respecto a lo que nos rodea. Porque somos seres racionales con la capacidad de reflexionar y de aportar opiniones incluyendo argumentos en ellas.

Algo que debería estar completamente asimilado es que el mundo somos todos y todos somos objeto y creadores de críticas.

Desgraciadamente, poca es la gente que no se deja influenciar por las opiniones ajenas. Resulta imprescindible ser fiel a uno mismo y mantenerse impasible ante los comentarios de terceros. La clave es ignorar a los que únicamente parecen vivir por y para hundirte, al igual que es sumamente importante no creerse demasiado a aquellos que sólo saben decir cosas buenas de ti. Quizás empleen esa máscara de bondad con la finalidad de obtener algo de tu persona. 

Es bastante más preferible que te digan tanto lo bueno como lo malo que que las opiniones cojeen de lo disfrazadas y artificializadas que están. Porque la intuición existe y muchas veces te dicen lo que quieres oír, o al contrario, todo aquello que rechazarías escuchar sobre ti. 

Si tu felicidad va a depender de lo que opine el resto, pronto serás el gran damnificado. Tropezarse con la realidad es demasiado doloroso, así que mejor opta por ignorar a los que te quieran ver mal o simplemente pretendan agradarte con el uso de la mentira.

Cabe aclarar que cuando digo "ignorar una opinión", quiero decir que éstas no se deben tomar a pecho. Compartir tus ideas con el resto resulta más que enriquecedor y saber entender los diferentes puntos de vista acerca de cualquier tema constituye un gran paso hacia la mejoría de la convivencia en sociedad.

Otra cosa bastante polémica y que causa gran revuelo entre los más sensibles y (paradojas de la vida), a la vez entre los que más lo practican, son las críticas negativas. Aprendamos a distinguir la sinceridad del querer mostrar una antipatía que brilla por su ausencia. Cuando alguien pregunta la opinión de otra persona, es de suponer que lo hace con la intención de recibir una crítica constructiva, argumentada y estrictamente sincera. Estos tres puntos son los pilares indispensables sobre los que se deberían sustentar las opiniones. No asociemos lo negativo con lo destructivo ni la realidad con la exageración. 

Con este párrafo concluyo mi reflexión acerca de las críticas. Y espero que esté lo suficientemente razonada como para que se le pueda denominar "crítica". Esto último ya lo dejo en tus manos.




martes, 25 de junio de 2013

Huida

Hecho tras hecho y con el paso del tiempo, veía que la insatisfacción se iba adueñando de su vida. Se la iba arrebatando poco a poco.

Ella sabía perfectamente que la realidad se hallaba a nivel del mar y forcejeaba con la finalidad de no ahogarse en un océano de expectativas, el cual ella misma había creado.


Era una espera que semejaba carecer de fin. Pero a pesar de todo, ella no hacía nada más que procurar aunar toda la paciencia posible y convertirla en brazadas hacia la superficie. Su pretensión era huir de la irrealidad y despertar de su mundo ideal e imaginario. Zafarse de toda la masa de agua que la rodeaba.



El tiempo no le importaba. Sus pulmones contenían aire; aire repleto de grandes dosis de esperanza. Podía aguantar. Podía resistir. Sabía que podría dejar de lado la fantasía y reunirse por fin con todo aquello bueno (y no tan bueno) que trae consigo lo verdadero. Lo perceptible a través de los sentidos. Lo que conseguía traspasar los límites de su mente. 



Sabía que tarde o temprano, se alzaría en los reconfortantes y a la vez ásperos brazos de la realidad.

Contra-tiempo

Se hizo el silencio
y con él, una sensación de agradable reconforte
se apoderó de ella
por apenas unos instantes.



Pero de repente
RECUERDOS emergieron,
vieron la luz embriagadora del dolor
y se apoderaron de su mente
por un largo tiempo.



Temía que se quedasen allí,
que fuesen unos okupas de su día a día;
que desbordasen sus diminutos tanques de sufrimiento...


...y que se apoderasen de su tiempo
para toda la vida.