sábado, 19 de abril de 2014

Pausa publicitaria en ti

Resulta que eres el único canal disponible en mi televisor.
No hay programas.
No hay horarios.
Solo tú y tu intento de manipulación.

Anuncios de productos patrocinados por mi rabia ante tu indiferencia.
Mensajes subliminales que, según las estadísticas, sólo capta una persona de tus cientos de telespectadores.
Eslóganes repetidos hasta la saciedad que acaban adheridos a mi cabeza.

Y yo aquí, atrapada en este cuarto oscuro, acompañada de este aparato y a la vez de la nada.

Sé que el resto tiene un sinfín de alternativas, pero la única que yo tengo es pulsar el botón y apagarte de mi vida.
Y no quiero.
Porque eres lo único luminoso entre estas cuatro paredes negras, bajo este techo derrumbado y sobre este suelo inestable.

Supongo que seguiré sufriendo mientras mis ojos tengan goteras de tristeza.

Mientras tú, ajeno a todo esto, sigues emitiendo.


Y tan feliz.



Cruda realidad

Una mujer muy sabia me dijo una vez:
 "La felicidad se consigue cuando las expectativas y la realidad están equilibradas en la balanza de nuestras vidas"
Y no le faltaba razón... 



Los días pasan mientras me pregunto cuál es la solución. Cuál es la poción mágica. Dónde está el Santo Grial que me haga recuperar la sonrisa permanente. Pero tal copa no existe y aún sabiéndolo, me imagino bebiendo de ella.

La realidad y yo nos hemos dado de bruces , pero en slow motion. Durante años nos perseguíamos sin haber oído nunca acerca de la existencia de la otra.

Estaba acostumbrada a dejar volar libremente la imaginación y aquí estoy ahora, encerrada en la jaula de la realidad.

Exhausta. Sin ganas. Solo me queda mi mundo imaginario, donde todo es perfecto y mi felicidad no puede ser arrebatada. Cuando me despierto me encuentro de nuevo rodeada de barrotes y los toco para comprobar si estoy despierta. Mis dedos se congelan al entrar en contacto con el metal mientras ardo por dentro debido a la impotencia. Y yo ya no puedo más.

Solamente pido que alguien encuentre una llave para ayudarme a ser libre. Para poder encararme a la cruda realidad.
Sosa y sin pasar por la sartén. 
Servida en un plato de usar y tirar.
Pero por ahora no puedo cortarla. 
No tengo a mano ningún cuchillo o tenedor.
No quiero atragantarme para que estés de por vida habitando en mi esófago.
Querida realidad, me resultas imposible de digerir.


Al menos por ahora.